Opinión | El Paragües

Vicente a. montes álvarez

Folleru dos

Sobre las permanencias, las libertades y dignificar la vida política y social

Ya me parecía a mí que estaba tocando los innombrables. Y apareció el lunes para confirmarlo. Claro que debe seguir porque sin él la democracia se irá al garete, la justicia será un desmadre y el estado del bienestar se convertirá en un desastre. Tuvieron que decírselo doce mil personas en Madrid y algunas más que firmarían adhesiones, porque si no él no se decidía. La ingente súplica solo es comparable a aquellas manifestaciones en nuestro país que ostentan récord, los más de once millones que condenaron el atentado yihadista del 11 de marzo de 2004 cuyos autores materiales, creo, eran de nacionalidad marroquí; o las de casi millón y medio de manifestantes para protestar contra atentados de ETA, que EH Bildu no considera banda terrorista. No obstante, es posible que estos datos, que de algún lado saqué, puede que estén manipulados por algún medio informativo que haya que eliminar.

En los folleros clásicos de nuestros pueblos, sobre todo a los de caminos, para darles apariencia de superación, a la llegada del otoño, se les echaba fueya y felechu y parecía que la cosa mejoraba, pero al llegar el invierno, de pasar por ellos y con las lluvias, se conseguía un folleru igual o mayor. La única ventaja era que luego se recogía la folla mezclada con los restos vegetales y se podía abonar el propio huerto. Con su rictus de buena persona y servicio a las causas nobles, ya echó fueya. Tengo la impresión de que para abonar lo suyo. Ciertamente que su permanencia es la única posibilidad de salvaguardar las libertades y dignificar la vida política y social. ¡Bendita reflexión! Valoramos su sacrificio.