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Fernando Alonso Treceño

El temor a la muerte

Una reflexión sobre el inexorable fin de nuestros días

La muerte es el instante más importante de la vida. Por miedo irracional, olvido divino y escasa preparación interior se la teme, no queriendo tratarla ni mirarla de frente. Este pánico inexplicable a la destrucción del cuerpo y la desaparición del ser material revela una existencia entregada a lo trivial en detrimento de lo trascendente y esencial.

Una sociedad condicionada por el dinero, la ciencia sin conciencia, el dominio de la materia y donde la persona vale por lo que tiene y no por lo que es no quiere saber nada de lo eterno e imperecedero. El desprecio a la vida trae como consecuencia inmediata una visión limitada de la realidad y una concepción de la existencia regida por factores sociales, exigencias económicas y vicios bestiales.

Para quien sabe y ama la muerte no existe, es un cambio de conciencia, una nueva fase en el estado del ser hacia su plenitud. Los seres queridos que se fueron se comunican con nosotros en los sueños, las experiencias inasibles y numinosas y en los momentos finales para ayudar a liberarnos. El que lleva una vida espiritual está mucho más próximo a las realidades supremas del alma, la oración consciente le abre sus ojos internos para la percepción de verdades invisibles y superiores. Los que matan a Dios y lo sustituyen por dioses de poco precio niegan el alma, no encuentran sentido a la vida y obran como si estuvieran muertos en vida.

Una civilización solo progresa cuanto más avanza en el conocimiento y dominio de las ciencias sagradas. Moriremos como hayamos vivido, o sea que debemos prepararnos desde el primer momento para crecer por dentro en los momentos de grave enfermedad y del tránsito hacia la eternidad.

El amor es el camino exacto y directo hacia la luz, la comprensión de lo incomprensible. Los seres espirituales nos enseñan con sus palabras inspiradoras lo necesario para no pasar de largo en una sociedad virtual ajena a lo auténtico, al margen de lo maravilloso, que se limita a repetir cuanto le dicen los enemigos del corazón y los esclavos de sus pasiones.

Solo el que ama por amor tiene abiertas las puertas de la salvación y el camino directo hacia la gloria. A los que amamos y nos aman nunca mueren, están vivo dentro de nosotros esperándonos desde el lugar donde están para recibirnos con los brazos abiertos cuando nos llegue la hora del juicio final. Solo vive el que ama y solo ama quien vive por y para el amor.

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