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Fernando Alonso Treceño

Meditación navideña

El origen divino de las fiestas y la necesidad de que la humanidad recupere su fe

Las cosas han cambiado más de lo que muchos piensan, hemos entrado en unos tiempos de oscuridad dominados por la angustia, la sospecha y la sinrazón, la ausencia de lo divino, la muerte de Dios. Los pocos que creen tienen recelo en proclamar sus creencias. Parece que para poder vivir en este mundo material y poco sensible hay que ser mediocre, ruin, vulgar, cumplir órdenes absurdas, jamás discrepar, seguir con comodidad y buena aceptación la marcha alocada y anómala de la realidad y no poner jamás en entredicho las verdades y dogmas del sistema de valores dominantes: una sociedad de falsas ideas, dirigida por seres poco humanos, exenta de principios morales y principios espirituales, donde manda el dinero, triunfan los que obedecen y carecen del más mínimo espíritu crítico.

Me niego a formar parte de una sociedad que desprecia a los mayores, engaña a los jóvenes y manipula al resto como si fueran simples marionetas de papel. Se han tirado por la borda en muy poco tiempo cientos de años de luchas titánicas en defensa de la dignidad y la libertad.

Estamos viviendo desde la aparición del ser humano en este planeta la peor dictadura de todos los tiempos, siendo por primera vez global y hegemónica. Muchos no se dan cuenta de lo ocurre ni de lo que puede ocurrir si no levantan los ojos del suelo: la pandemia no es la culpable, ha sacado lo peor del alma de cada uno.

Los que ostentan el poder real pueden estar satisfechos de sus gestas: han logrado con una excesiva facilidad lo que se proponían: erradicar el espíritu religioso, la esclavitud material y la pérdida de los sentimientos.

Por sobrevivir muchos están dispuestos a hacer cualquier cosa: ya no hay familia, ni amigos cuando el temor controla la razón. Cuando abro los ojos y veo lo que sucede me pongo a temblar, es como si viviera una pesadilla.

El miedo paraliza, obnubila la mente, enferma y mata. Pocos creen que la especie humana está en grave peligro.

Siento pena por una sociedad que condena sin saber, va al precipicio sin conciencia y acepta las órdenes que recibe con una facilidad pasmosa digna de encomio.

Después de la vacunación obligatoria vendrá la implantación de un chip bajo la piel y otras barbaridades más con la aquiescencia absoluta y la pasividad manifiesta.

Los que niegan que estamos en los momentos finales, no conocen ni una profecía e ignoran los mensajes marianos aceptan de forma incondicional los dioses caducos de la ciencia sin conciencia y la técnica sin control. Pocos recuerdan que Navidad es una fiesta divina y que el hombre es polvo de estrella hacia la eternidad.

Así como la mejor estrategia del diablo consiste en hacer creer que no existe, la mayor hazaña de los enemigos del hombre consiste en hacerle creer que no pasa nada, que todo va bien, que la ciencia es lo mejor y la única que puede sacarnos de todos los males y que gracias a la técnica progresamos sin cesar.

Quienes no leen libros, no piensan ni les interesa pensar siendo todo su saber la cultura televisiva se lo creen convirtiéndose en sus más acérrimos defensores, persiguiendo sin tregua y cuartel a quienes no piensan como ellos.

Lo peor son aquellos que por egoísmo propio y beneficio personal se han puesto al servicio incondicional de una dictadura global con cara democrática que aún siendo más que evidente la esclavitud que conlleva la adoran convirtiéndola en una nueva religión

Lo peor aún no ha pasado, está por venir, tenemos que prepararnos por dentro y pedir ayuda al cielo para que no nos ciegue el alma ni nos deje solos en compañía: cuanto más necio es el hombre más listo y prepotente se cree.

Si no volvemos a las fuentes nos moriremos de sed; si no recuperamos nuestra pérdida humanidad no podremos mirarnos en el espejo de nuestro corazón.

Sin fe es muy difícil vivir; sin la oración y las buenas obras nuestra vida se acaba; sin amor el mundo es una caricatura de sí mismo.

La luz al final siempre vence, así ha sido y así será.

Felices Navidades.

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