Opinión | Crítica / Teatro
El teatro contra los malos de la historia
Juan Echanove se doctora como director de escena con “Ser o no ser”, que se estrenó en Avilés
“Ser o no ser” es el arma más inteligente para deshacerse de los tiranos. Lo fue en 1942, cuando el cineasta judeoalemán Ernst Lubitsch dirigió su cínica obra maestra antihitleriana y lo es ahora, en 2022, con las fuerzas de Vladimir Putin a las puertas de Kiev, con el botón nuclear al descubierto. “Ser o no ser”, como todos los clásicos, tiene más vidas que un gato. Antes de anoche fue la del estreno de la última versión del astracán más valiente de todos: judíos vacilando a un psicópata en su propio careto. Juan Echanove se doctora como director de escena de este artilugio perfecto que lo será más en cuanto empiece a correr la voz.
El día 17, en nada, en La Latina, pero el viernes por la noche (y ayer sábado) se adelantó el teatro Palacio Valdés. Quien ríe primero, ríe mejor. Y eso pasó en el odeón local. Echanove dirige un espectáculo con herramientas tan antiguas como un juego de telones y tan modernas como esos focos robotizados que por la gracia del teatro se convierten, como si nada, en un escuadrón de aviones en pleno bombardeo. Y todo esto, además, con un texto redondo que bebe a sorbos inusitados del genio de Azcona o de Berlanga. El coronel Ehrhardt, por ejemplo, hubiera podido quedarse a vivir en el palacio de Leguineche, pero no solo él. La primera entrevista al profesor Siletsky (con un Echanove haciendo de un Tura que hace de nazi sin poder olvidar su ataque de cuernos) parece salida de “La vaquilla”.
Lucía Quintana es Maria Tura, una actriz divina que encarna a una actriz más divina todavía, sobremanera cuando le toca seducir al idiota de Ehrhardt. “Ser o no ser” es una comedia que funciona como una bomba y que, cuando estalla, se convierte en metralla para el alma de sus espectadores. Uno se conmueve cuando cae sobre las tablas el telón con el que llega la guerra. Y ya no valen los diálogos-dardos del matrimonio Tura porque es el momento de dar un paso adelante.
“Ser o no ser” sigue siendo la herramienta peligrosa para acabar con los malos y, al mismo tiempo, el salto mortal que certifica el poder del teatro para transformar el presente. “¿Es que un judío no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones?”. Las manos, los órganos y los afectos de los avilesinos se rindieron en el estreno de una gran comedia tan real como los muertos ucranianos.
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