Opinión | Dando la lata

Futuro de tontos

Uno de los asertos que actualmente se están demostrando más falsos es ese que dice que "no cabe un tonto más". Vaya si cabe.

Asisto desde el ordenador al pavoroso incendio del edificio de Valencia; en el lado izquierdo de la pantalla se muestran las imágenes en directo de las impresionantes llamaradas y por el derecho desfilan los comentarios de los que, como yo, presencian el suceso a través de un periódico digital. Sus reacciones son como para salir huyendo y exiliarse en otro planeta. Porque hay multitud de anormales que ante calamidades así reaccionan con bromitas de mal gusto, convencidos, a causa de su insondable ignorancia, de que dominan el arte del humor negro, algo que únicamente está al alcance de pocas mentes privilegiadas que, además, han leído muchísimo.

Mientras moría una decena de personas, una caterva de tarados expresaba su júbilo por la espectacularidad de las imágenes, publicando gracietas, casi todas con faltas de ortografía, y haciendo impúdica exhibición de incultura, falta de empatía y, por supuesto, estupidez. Es la misma subespecie que celebra que a unos guardias civiles les aplaste una narcolancha, idéntica piara de imbéciles que insulta a un negro, que se ríe de la violación de una mujer y que, en general, se cachondea de las desgracias ajenas. Para rematar la faena, a una chirigota gaditana se le ocurrió la feliz idea de canturrear una coplilla relacionando el incendio mortal y las Fallas. Todo muy edificante.

Creo que estamos pidiendo a gritos que, sin más dilación, un meteorito impacte de lleno contra nosotros y nos extingamos. Porque la población de tontos no para de crecer, a pesar de que la natalidad sea tan escasa.

No me parece que España fuera así anteriormente. Siempre hubo idiotas, pero no eran legión como hoy, ni lucían obscenamente su patética condición. Seguro que algo tiene que ver la edad, pero mi país, España, cada vez me gusta menos. Y si nuestro futuro común va a quedar determinado por la pandemia de idiocia, mejor llorarlo desde la distancia.

Suscríbete para seguir leyendo