Los viajes de Jovellanos: el prócer y las monjas "misteriosas"

El ilustrado narra en su diario como las religiosas del convento de Santa María de Otero de las Dueñas se niegan a mostrarle el archivo

Pablo Vázquez Otero

Pablo Vázquez Otero

Aquel 25 de junio de 1792 dejábamos a Jovellanos madrugando, como casi siempre, y pasando pronto por Camposagrado y hablándonos de aquella historia de la presencia de don Pelayo por aquellos lares y que luego dio origen al santuario del que hablamos el capítulo anterior, pero el viaje proseguía y nuestro viajero sigue progresivamente acercándose a tierras asturianas, y nos dice lo siguiente en su imprescindible Diario: "Llegada al convento a las doce. Las monjas, misteriosas; se niegan a manifestar el archivo. Veremos en qué consiste. Vamos a comer. Siesta; conversación con las monjas; ya están arrepentidas; pero yo también, y no quiero ver nada. El misterio fue presumir venía yo reconociendo archivos para averiguaciones fiscales. Paseo; fuimos con el capellán confesor D. Lorenzo hacia el camino de Viñayo".

Llegaba Jovellanos al convento de Santa María de Otero de las Dueñas, creación cisterciense con una historia muy interesante, y con un final triste. Su archivo fue esplendoroso, pero tras la exclaustración de sus moradoras el 30 de noviembre de 1868, se desgranó por diferentes lugares e instituciones. Fueron los condes Fruela Muñoz y Pedro Flaínez y su celo en la conservación del mismo los que crearon esta colección de tanta importancia histórica y documental. Inicialmente tras la exclaustración fueron llevados al Archivo del Palacio Episcopal de León y después repartidos de modo lamentable por otras colecciones, como el Archivo Histórico Diocesano de León, la Universidad Central de Madrid, o incluso colecciones privadas. Es una documentación clave en el estudio de todo aquello que atañe a tierras asturleonesas entre los siglos IX y XI.

El convento por otra parte nace, y así se conoce por la primera referencia documental, en 1230, cuando María Núñez de Guzmán, que residía en el monasterio de Santa María de Gradefes, dona al Cister tierras que poseía en estas zonas al norte de León. El documento se firmó en Mansilla de las Mulas. María Núñez era hija del conde Nuño Meléndez y fue condesa de Villalba de la Loma. Hay que decir, porque así ocurrió, que las relaciones entre Gradefes y Otero de las Dueñas no siempre fueron cordiales, por ejemplo hay que mencionar que era la abadesa de Gradefes quien confirmaba los nombramientos del convento de Otero y hasta 1796 Otero no consiguió la independencia con respecto a Gradefes, fue el Papa Pío VI quien hizo que la jurisdicción pasase al obispado de León pero teniendo en cuenta que este territorio correspondía al obispado de Oviedo.

Palacio de los García-Lorenzana en Villasecino, donde durmió Jovellanos

Palacio de los García-Lorenzana en Villasecino, donde durmió Jovellanos.

Jovellanos desiste de ver el archivo como vemos porque las monjas inicialmente se muestran "misteriosas" y reticentes ya que creyeron que había alguna investigación fiscal por detrás.

El final del convento fue triste porque prácticamente fue demolido y desapareció en su integridad.

Duerme en el convento nuestro protagonista pero tras la siesta salió a pasear como nos indicaba y dice que observó esto en su trayecto: "En la ladera de la izquierda de este camino hallamos dos cosas bien notables: una, un filón de carbón de piedra de medio pie de ancho, que probamos por la noche, y se inflamó y dio llama; es muy friable, y al parecer con mezclas de arenas, de cuya materia son las piedras apizarradas que hacen costera. La otra, son varias piedras impresas; se ven en ellas las plantas de helecho clarísimas, y algunas manifiestan, por las impresiones de varias capas, que las materias volcánicas aplastaron las plantas unas sobre otras. Traje muestras. Subida a la altura, que está a vista del convento. Vese la vega por donde corre el Luna. Comunica por la izquierda con la Carrocera, Benllera y Otero, y por esta última pasa el riachuelo de Viñayo al Luna. De vuelta, conversación con la portera, que es Balsinde, de Campomanes: buena moza, alegre, hábil y modesta. Tiene aquí otra hermana, también bellísima. Hay asimismo dos hijas de D. Bernabé Suárez, alias Carreño. Dª Benita Juana Lorenzana, hermana de D. Ignacio, mujer de gran cabeza, a lo que manifiesta. Tertulia por la noche en la reja y cena en ella, y conversación hasta las once. Sueño".

Nuestro protagonista, siempre observador, recoge muestras fósiles de vegetación en esas inflamables vetas de carbón, y su interés geológico se mezcla con sus planteamientos de aprovechamiento del carbón por temas industriales. Nos habla de algunas de las mujeres que conoce en el convento y que son además asturianas, y tras tranquila tertulia, don Gaspar se va a dormir para emprender de nuevo el viaje al día siguiente, que por cierto empieza así: "Martes, 26.-Por la mañana conversación con la granera, con quien está toda la comunidad en pleito sobre una partida de treinta mil reales que parece faltan en las cuentas. Es sobrina del consejero de Indias Acebedo, que la protege. Este cuento tiene suspensa la elección desde noviembre. Despedida; partida a las seis y media. A poco trecho se empieza a caminar sobre la derecha y por la orilla del Luna. Vuelven a verse en la montaña de la derecha, por cuya falda caminamos, piedras impresas. Las tongadas están verticales, corriendo casi norte-sur, algo inclinadas a poniente. Filones de carbón de piedra estrechísimos. Garaño; a la otra parte Quintanilla y Bobia. Vista de las ruinas del castillo de Luna en lo alto, a nuestra derecha, sobre el lugar de Barrios de Luna. Al principio sólo se descubre una peña con forma de castillo; más cerca se reconocen aún algunos pequeños trozos de pared; todo lo demás pereció. Está sobre el enorme tajo que se abrió el Luna. Se pasa por un puente y deja el río a la derecha. De la parte de acá se ve algún otro trozo de pared del castillo de Luna, y un arquito que más parece boca de mina que puerta. Antes y después del tajo, las montañas, puestas en torno, forman unos como anfiteatros. El que se ve después manifiesta los muchos y muy varios rumbos que llevó el río en los remotísimos tiempos. Nadie a su vista puede desconocer la conjetura".

Habla Jovellanos al principio de un pleito por razones económicas, que tiene a la granera como protagonista y la falta de una importante cantidad de dinero de las cuentas, además nos indica que esta mujer era sobrina de Acebedo, y se refiere a Rafael Antúnez y Acebedo que fue alcalde mayor de las ciudades del Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda o Cádiz, posiblemente de donde era originario, juez asesor de la Casa de la Contratación, oidor de la Audiencia del mismo tribunal y miembro de la sala segunda de gobierno del Real Consejo de Indias. De nuevo cita el castillo de Luna, construido en tiempos de Alfonso II y que se convirtió en bastión inexpugnable del reino de Asturias. Alfonso III, cien años después lo fortifica aun mas y lo convierte en una de las más destacadas defensas cristianas en la línea de control que junto a otras construcciones protegieron los pasos a través de la cornisa cantábrica. Se sabe además, como ya referenciamos, que fue incluso el lugar donde se encontraba y custodiaba el Tesoro Real, de ahí que quede claro la importancia del lugar y su seguridad. En el siglo XIV pasó a manos de la familia Quiñones, los de inmediato titulados, condes de Luna.

De hecho llegando casi a Villasecino añade Jovellanos un dato más sobre este mítico baluarte, y dice así: "en el castillo de Luna se conservan la puerta, dos cubos, un aljibe, un pozo que tomaba agua del río y la polea que sacaba el agua". Es decir que en tiempos de Jovellanos pocos restos quedaban ya de este magnífico lugar.

Nuestro protagonista está a punto de cerrar aquella jornada del martes 26 de junio y nos dice esto: "Llegada a Villasecino; Salida a pasear por los alrededores de la casa de Lorenzana. Bellos prados; buen molino. El río que corre va a buscar las aguas que vienen de Ventana corriendo norte-sur, y quedaron a nuestra derecha con el camino real cuando seguimos a esta casa. Éstas vienen de la alta Babia. Cena corta y buen sueño". Pernocta en Villasecino en la casa de los García-Lorenzana del siglo XVII, donde ya había estado antes. Lo que hace a continuación lo vemos en el próximo capítulo.

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