En la tierra de las gentes de bien

José Antonio Noval Cueto

José Antonio Noval Cueto

Desde el pasado martes, 21 de febrero, festividad de San Secundino y San Serapio, con motivo de la sesión de control al Gobierno en el Senado, se ha puesto de moda una expresión muy nuestra, muy de siempre, muy de tierras cristianas y de Don Quijote y Sancho, a raíz de la reconvención que hizo el señor Feijóo al presidente del Gobierno , señor Sánchez , al pedirle que “Deje de molestar a la gente de bien y de meterse en la vida de los españoles”. Fue pronunciar esta expresión “gentes de bien” y los batallones mediáticos y pesebristas se lanzaron a la yugular del líder popular, con la villana intención de torcer y forzar la expresión , y silencian las preguntas o quejas que el Presidente no responde ni resuelve. Un episodio más de la España virtual, de las ruedas de prensa teledirigidas y seleccionadas de plena pandemia.

El pueblo llano conoce bien la expresión y el sentido y contexto de la misma, y le produce estupor, asombro, vergüenza, la injustificada reacción que han producido las mismas, pues es de todos sabido que el mal y el bien existen, y así nos lo recuerdan textos tan nuestros como “El Quijote”, cuando Alonso Quijano nos dice: “Don Quijote soy y mi profesión la andante caballería. Son mis leyes el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y mentecato? “ 

El Nuevo Testamento cuenta que Jesús pasó por la vida haciendo el bien y el Salmo 1 dice:” Dichoso aquel varón que no se deja llevar de los consejos de los malos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se asienta en la cátedra pestilencial de los libertinos”…Y en las prédicas improvisadas y diarias de nuestros padres estaba su deseo de que fuéramos gente de bien, que moderáramos nuestras ambiciones, que no todo vale, que al día solo se comía tres veces , que uno tenga siempre la libertad de escoger, de decir “sí” o “no”; en resumen, que no se venda por un plato de lentejas, que la dignidad de una persona es lo más importante que uno tiene y debe cuidar, proteger.

Yo no sé si pertenezco al exclusivo y digno grupo de las “gentes de bien”, pero lo intento .Siempre procuré que mi trabajo y conducta contribuyera al bien de la sociedad. Son muchas las personas que he conocido y conozco que pertenecen al honroso grupo de las “gentes de bien”, que madrugan , trabajan, pasan penurias, renuncias , a fin de que en sus casas no falte lo más imprescindible para vivir con dignidad y afrontar el futuro con seguridad, con fuerza, y es esto lo que echan de menos en los tiempos que vivimos , y si  no que se lo pregunten a las 30.000 familias asturianas con todos sus miembros sin trabajo.

Son y somos las mismas personas que creemos que los poderes públicos deben trasladarnos algo de apoyo, de estímulo, de seguridad, y no engañarnos con falsas promesas y mentiras constantes, con leyes de quita y pon, con leyes que tensionan, confunden y dividen a los españoles - basta escuchar a los psiquiatras y ver como se agudizan los problemas - .

Son y somos muchos los que estamos preocupados con el tipo de sociedad que estamos creando, en el que las desigualdades van a más y la ley no es igual para todos (indultos a los sediciosos…) ,  basada en el mero consumo y vacío existencial que conduce a callejones sin salida y cada vez menos duraderos(suicidios) en esta cultura de la muerte que se ha entronizado y que avala la baja demografía que tenemos.

Son y somos muchos los que no creemos que sea un progreso abortar, más siendo menor de edad y sin permiso de los padres…Son y somos muchos los que no queremos renunciar a nuestras responsabilidades y obligaciones de padres, ya que los hijos son nuestros, y al Estado le pedimos que cree las condiciones necesarias para que uno pueda ejercerlas y  vivir con dignidad y en paz, y para ello un factor esencial, no el único, es el trabajo, del que tanto escaseamos y más los jóvenes. Podría decir más cosas, pero creo que lo dicho avala la queja y preocupación que invade a muchas personas de bien: Menos mentiras, menos tensiones y respeten la idiosincrasia del país donde vivimos.

Hace ya muchos años, en mis tiempos de facultad, alguna demagoga de la revolución social decía que para que esta triunfara las madres no debían amar a sus hijos. Aberraciones como estas aún pululan, a día de hoy, en el ambiente.