El marketing los llama Dink, pero son parejas sin hijos y con dos sueldos: así es el modelo de familia que no deja de crecer en Asturias

Estas parejas son el 15% de los hogares españoles, según datos de 2022, y van creciendo

En el Principado el 5,5% de ellas son menores de 35 años y el 10,9% mayores de esa edad

Dink en Asturias: Dos personas, dos sueldos, cero hijos

Dink en Asturias: Dos personas, dos sueldos, cero hijos / LNE

Javier Cuervo

Javier Cuervo

Son parejas sin hijos y con dos sueldos y el marketing los llama Dink a partir del acrónimo en inglés (Dual Income No Kids). Según los datos de 2022, el 15% de los hogares españoles son Dink. Al mercado de los productos y de las experiencias les encantan porque tienen más dinero y menos gastos y obligaciones. Dink sólo es el nombre que da la mercadotecnia a lo que se enunció aquí como "tienen dos sueldos, no tienen fíos ¿Qué problema tienen?". En ese tener o no tener se generaliza mucho, pero se entiende.

Crecen en la sociedad desde 2019 por una mezcla de demografía, valores sociales y posibilidades económicas. El límite de edad de esta población diana del mercado son los 64 años. Se puede entrar de mayor por convertirse en unidad de convivencia a edad avanzada o porque ese "no kids" se refiere a hijos al cargo y si se tienen pronto y se independizan temprano, una pareja puede despertarse convertida en Dink. En Asturias el 5,5% de las parejas son Dinks menores de 35 años y el 10,9, mayores de 35. Así pasa en general en España. Del 15% de las familias Dink sólo el 4 de cada 10 tienen menos de 35 años.

Asturias esta por detrás de Extremadura, donde representan un 18 % del total, de Cantabria, con un 16,7 %, Galicia, La Rioja y Aragón. Madrid es de las provincias que menos tiene (13,5%)

LA NUEVA ESPAÑA se ha acercado a cuatro parejas que entran dentro de esta clasificación para ver cómo viven y cómo piensan.

Carolina Gómez e Iñaki García disfrutan la experiencia de estar juntos

Carolina Gómez e Iñaki García, paseando el pasado jueves por la playa de San Lorenzo  de Gijón

Carolina Gómez e Iñaki García, paseando el pasado jueves por la playa de San Lorenzo de Gijón / Juan Plaza

Pablo Palomo

Iñaki García y Carolina Gómez están de acuerdo en lo que les está pasando: "Disfrutamos la experiencia de estar juntos". Iñaki tiene 41 años y Carolina, 34. Él estudió Gestión y Administración de Empresas y trabaja en el departamento técnico de una multinacional francesa y ella es farmacéutica. 

Sus aficiones son viajar, el cine y el deporte. No tienen hijos. Iñaki García y Carolina Gómez son "dink", aunque hasta ahora no lo sabían. 

Les va de perlas porque están viviendo la vida que quieren vivir. "Somos disfrutones y nos gustar viajar mucho. Hemos decidido no tener hijos, pero tampoco lo descartamos". Viven en Gijón. Él nació ahí, ella es de Torrelavega (Cantabria). Residen en un piso en la zona Centro de la ciudad. 

Se conocieron en febrero del 2020, poco antes del primer confinamiento por la pandemia. Se gustaron nada más verse por redes sociales. Quedaron una vez y, como dice ella, "ya no nos volvimos a separar". El encierro pandémico fue duro. Las videollamadas suplieron al contacto piel con piel. Salieron adelante, Carolina vino a vivir a Gijón para que pudieran estar juntos y ahora hacen planes para casarse el año que viene. La boda será en Torrelavega.

Viajan varias veces al año, al menos una para descansar, playa y piscina, y otra para patear ciudades del extranjero

Respecto a los hijos, lo tienen claro: "Nunca digas nunca, pero, de momento, no. Vamos paso a paso. Disfrutando de la experiencia de vivir juntos y de la boda", cuenta Iñaki. 

"En nuestro entorno, quizás por la época que nos ha tocado vivir, muchos de nuestros amigos tampoco tienen hijos o los acaban de tener", puntualiza Carolina. "Estamos pensando en la boda, que es una pasta. Ya no baja de 20.000 euros ninguna boda que quieras organizar", comentan.

Su perfil económico es medio alto. Cobran entre los dos cerca de 70.000 euros al año. No son ricos, pero no tienen problemas para llevar la vida que quieren. 

Carolina Gómez e Iñaki García

Carolina Gómez e Iñaki García / Juan Plaza

Viajan varias veces al año. Al menos, uno para descansar, más de playa y piscina, y otro para patear, es decir, para conocer ciudades del extranjero. "Solemos ir dos veces al año a Canarias. Si tienes hijos es más complicado hacer escapadas porque ellos tienen colegio es más difícil que coincidan los días". "Estuvimos en Roma el año pasado y pudimos ir una semana porque no teníamos que atender a unas personitas", detalla él.

El deporte es otra de sus pasiones. Los dos frecuentan un gimnasio del centro de Gijón. Les encanta dar largos paseos por la playa. El cine, las series y las películas también se encuentran entre sus aficiones. 

En ocasiones notan la presión social. Sobre todo, Carolina. "Mucha gente nos dice que después de la boda tendremos que tener el primer hijo. No queremos y eso que somos muy familiares. Tampoco queremos ir tanto por el carril" cuenta Carolina Gómez. 

"Pasa sobre todo con la mujer, que se le dice que se va a quedar sola y que quién la va cuidar. A lo mejor me puedo cuidar yo sola. Se nota la presión social, pero cada vez menos".

Sol Treviño y Cormac López, es personal y son negocios

Cormac López y Sol Treviño, en el trabajo.

Cormac López y Sol Treviño, en el trabajo. / LNE

Víctor Delgado

Sol Treviño y Cormac López son vecinos de La Fresneda (Siero). Además de pareja sentimental durante los últimos diez años, forman también un tándem laboral con varias empresas en común. 

Él es asesor fiscal y ella, laboral; y la mayoría de su tiempo lo emplean en su negocio, que lleva sus apellidos, "Mi Asesoría by López y Treviño". 

Sol nació en Zaragoza y Cormac en Avilés, pero se conocieron en Oviedo. Estudiaron en la misma universidad aunque nunca se habían visto. Él ya había terminando y ella estaba presentando su trabajo final cuando se encontraron un viernes por la noche en un bar heavy, mientras jugaban al futbolín. Al poco tiempo, surgió la chispa y comenzaron a vivir y a trabajar juntos. 

Recién graduada, Sol entró en el despacho de abogados que su suegra regentaba en Avilés, y cuando ésta se jubiló, montaron su propio negocio, que conservó las oficinas de Avilés e incorporó otras en Gijón, que mantienen en la actualidad. 

Pasan mucho tiempo trabajando juntos, pero también en otras actividades fuera del ambiente laboral. No les resulta difícil compaginar su vida en pareja porque les gustan los mismos planes. 

Practican boxeo, pádel y yoga; suelen ir al cine a ver películas españolas de comedia o de fantasía y a cenar con familia y amigos en chigres o en restaurantes con estrella Michelín, dependiendo del momento o de lo que les apetezca. 

Nunca sintieron la necesidad de tener hijos y prefirieron centrarse en la expansión de sus empresas. Actualmente, perciben unos 30.000 euros anuales cada uno. 

De momento, llegados a la cuarentena, sólo le ven ventajas al hecho de no tener descendencia, ya que gozan de más tiempo libre y no dependen de nadie para organizarse su vida. 

También pueden emplear sus ingresos en viajar y en cultivar sus otras dos pasiones. Ella colecciona zapatos y él toca la guitarra eléctrica.

Begoña Redondo y Juan Heres juntos del vermú al café

Begoña Redondo y Juan Heres, en su negocio.

Begoña Redondo y Juan Heres, en su negocio. / Mara Villamuza

Saúl Fernández

Dice Begoña Redondo que Juan Heres la sedujo después de invitarla "a un vermú" que él mismo había preparado. Entonces, hace treinta y dos años, era Heres el único camarero de esta familia de dos por decisión bien meditada. 

Redondo se apuntó al gremio de la hostelería no avanzado mucho aquel día en que los dos se conocieron. "Fue en el Florín, en la calle de la Ferrería", apostilla él mientras escucha con un oído a su mujer contando su vida al periodista y, con el otro, al niño que ha entrado en el bar que co-manda pidiendo un vaso del agua. 

Ambos y los bares van a unidos desde siempre. "Yo era una niña cuando lo de aquel primer vermú", dice Redondo. Pero lo tenía claro: no quería hijos. "Juan sí, pero yo decidí que no los tendría muy pronto". 

Le dijeron de todo. Lo más suave: "egoísta", pero han pasado tres décadas desde que tomó la decisión y ya todo le da igual. Están contentos con el futuro que se han inventado juntos. "Fue una buena decisión".  

Begoña tiene 48 años; Juan cumplió ayer 56. Viven en un piso, en Villalegre: un barrio obrero del sur de Avilés que una vez fue señorial. 

"Nos casó el concejal de Festejos y de Personal", cuenta él. Tras aquel encuentro en el Florín, empezaron a cortejar y muy pronto decidieron compartir piso. "Hubo un tiempo en que vivimos en pecado", bromean. Al final, regularizaron la relación. Fue en el Ayuntamiento de Avilés. "El concejal venía por el bar a ver si le había salido bien el matrimonio", se ríe Begoña- 

Ella trabajó veintitantos años en el "Moliendo Café". Era empleada. Cubría el horario de tarde. Cuando el dueño se jubiló, le propuso coger el traspaso el local de Sabugo. Lo hicieron después de mucho pensar. 

Juan Heres, mientras tanto, habían trabajado en todo tipo de locales: camarero de noche, camarero de día… ya se habían asociado para compartir la vida en común y sólo había que dar un empujón más y compartir también el trabajo. Y así están los dos juntos desde hace cinco años. 

¿Cuánto ganan? No lo tienen claro. "Somos autónomos", dicen casi a coro.

¿Y qué tal la vida? Pues se lo pasaron bien los dos juntos, saliendo con amigos hasta la hora que quisieron. No son mucho de gastar y eso se ha profundizado desde que cogieron el traspaso y las cosas cambiaron. 

"En octubre nos fuimos una semana de vacaciones por primera vez en cinco años: nos fuimos a Fuerteventura a no hacer nada", cuenta Begoña Redonda. Y se les dio bastante bien. "Tampoco es que nos guste viajar", aclara. No saben si porque son autónomos o porque ya van teniendo una edad.  

Ana María Reparaz y José Manuel Álvarez, dos sobre dos ruedas

Ana María Reparaz y José Manuel Álvarez, en Oviedo, a lomos de su BMW RT de 1.200 centímetros cúbicos

Ana María Reparaz y José Manuel Álvarez, en Oviedo, a lomos de su BMW RT de 1.200 centímetros cúbicos / Luisma Murias

Víctor Delgado

Ovetenses y residentes en Colloto, Ana María Reparaz y José Manuel Álvarez acaban de cumplir 50 años. Lo han hecho sin tener hijos, una decisión que no fue muy difícil de tomar. Nunca les gustaron demasiado los niños y tampoco encontraron el momento vital de dar el paso. 

"Parecía que siempre nos venía mal y ninguno de los dos puso mucho interés en cambiarlo", coinciden. 

Ella trabaja como auxiliar en un comedor infantil mientras que él es autónomo en el sector de los transportes. Perciben entre los dos unos 2.500 euros mensuales, cifra que varía por la ocupación de José Manuel. 

Les preocupa poco no dejar descendencia y celebran su condición de dinks, que les permite vivir "libres y sin ataduras". Creen que a lo mejor no saben lo que se pierden con los niños porque no los tienen, pero "tal y como está la vida de cara" tampoco echan en falta más estómagos que alimentar. 

Ana María Reparaz y José Manuel Álvarez

Ana María Reparaz y José Manuel Álvarez / Luisma Murias

Ese dinero que se ahorran lo invierten sobre todo en su gran pasión común: las dos ruedas. Esta es una pareja de moteros por excelencia y raro es el fin de semana en el que no "arrancan" de excursión subidos en su BMW RT de 1.200 centímetros cúbicos. Aunque son viajes alejados del lujo, les permiten conocer nuevas ciudades y practicar el turismo gastronómico en los restaurantes típicos de cada lugar. "Nos consideramos gastromoteros", bromea ella. 

En sus (mínimo) 3 excursiones al mes desde hace 25 años han rodado todas las regiones de la península menos Murcia. Se recorrieron Portugal por toda la costa, de norte a sur, 

Este año cumplen 25 años casados, pero sus inicios como pareja se remontan a 1991, cuando él ya trabajaba en el transporte y ella estudiaba para ser administrativa. A través de un amigo en común, se conocieron en la Discoteca La Real, un mito de la noche carbayona de entonces. Ese primer encuentro fue por la tarde, ya que todavía eran menores de edad y sus padres eran inflexibles con la hora de regreso. Un amor vespertino que aún perdura. "Yo ya tenía moto y a ella le gustaban. Así fue todo más fácil". José Manuel ha tenido a lo largo de su vida cuatro motos de 50 cc, dos de 80 cc, dos de 650 cc y la actual de 1.200.

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