Dando la lata

Fuego

Ricardo V. Montoto

Ricardo V. Montoto

El artículo primero del código populista impone dar respuestas simples a problemas complejos. Y así sale lo que sale como, por ejemplo, que frente a la diversidad ideológica se promueva el pensamiento único.

La oleada de incendios que sufrimos en Asturias es la destructiva consecuencia de una estrategia premeditada y organizada para causar graves daños. Porque el bosque tiene muchos enemigos y muy pocos defensores. A las poblaciones rurales les ha sido restringida la posibilidad de obtener provecho de la masa forestal. Y, claro, los que antaño cuidaban el entorno a cambio de leña para combatir el frío y terreno para el pastoreo, hoy dejaron de hacerlo. Y el bosque ha pasado de aliado a molestia, siendo muchos los que están hasta el gorro de lobos, osos y jabalíes, de no poder recoger ni una piña, de prohibiciones y olvido por parte de una administración urbanita que incumple sistemáticamente lo prometido. Y es bien sabido que no hay nadie más peligroso que aquel sin nada que perder.

A los intereses ganaderos, madereros, de construcción y unos cuantos zumbados, tradicionales sospechosos de estar tras la llama del mechero, ahora, vaya sorpresa, hay que sumar el negocio de generación de energía eólica. Porque en este país de gallina o no cenar se ha desencadenado la fiebre de los molinos de viento y tal es el furor que vamos camino de cometer la atrocidad de sustituir los bosques por parques eólicos. Y como con la excusa de salvar el planeta somos capaces de cargárnoslo todo, a nadie debería sorprender que en las zonas quemadas crezcan enormes mástiles y aspas. Porque nos movemos por el beneficio económico, por la pasta. Y si el molino rinde más que el árbol, adiós al árbol.

El drama del fuego viene de antiguo y presenta múltiples motivaciones, pero ningún remedio se ha puesto. Y me temo que deberá ocurrir una gran tragedia para que los poderes públicos muevan el culo. Ya está bien de tanta palabra y tan poquitos hechos. Pongan medios, vigilen y cacen a esos bastardos.

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