Música

El valor de lo contemporáneo

El Hong Kong New Music  Ensemble, ensayando en el Auditorio de Oviedo,  en 2017.

El Hong Kong New Music Ensemble, ensayando en el Auditorio de Oviedo, en 2017. / Miki López

Cosme Marina

Cosme Marina

No hace ni un par de décadas los estrenos de obra nueva en los conciertos sinfónicos eran una especie de rareza que espantaba al público y a los propios intérpretes. Se había generado una especie de mantra según el cual los compositores aislados en una torre de marfil escribían música para sí mismos y de espaldas a los asistentes. Se estaba perdiendo la curiosidad por lo nuevo, la capacidad para disfrutar con la innovación, algo que, de manera imprescindible, debiera ser uno de los argumentos principales de la música culta y ha sido, durante siglos, una seña de identidad.

Los grandes compositores han tenido en la música popular y en la de raíz folclórica una fuente inagotable de inspiración. De ese mestizaje entre ambos mundos tenemos partituras excepcionales, un legado indiscutible plagado de obras maestras. La irrupción de las vanguardias a comienzos del siglo XX y los nuevos caminos musicales que se abrieron entonces han supuesto un ensanchamiento de los canales creativos que llega a nuestros días.

Quizá tras la Segunda Guerra Mundial posturas rígidas en el ámbito creativo acabaron por impulsar el divorcio entre el creador y el público, generando en este último una desconfianza crónica por la dificultad enorme en la escucha de la nueva música. De aquel trabajo, sin embargo, se benefició la música de raíz popular que incorporó avances para tratar de salir de un modelo que la simplicidad de fórmulas llevaba con rapidez al agotamiento.

Afortunadamente determinadas reglas demasiado estrictas se acabaron desbordando y nuevas generaciones de compositores han logrado reivindicar una forma abierta de entender el lenguaje musical sin tutelas, desde una libertad creativa abierta.

El resultado es espléndido porque nos encontramos ante una diversidad de lenguajes que ha enriquecido el panorama creativo con fuerza y ha despertado un interés creciente por la creación contemporánea entre el público y también entre los propios músicos. Hoy no se entiende la temporada de una orquesta sinfónica sin varios estrenos a lo largo del año, obras que, además, están yendo en muchos casos más allá del grave problema que aquejaba este tipo de proyectos: la audición única. Multitud de estrenos se quedaban ahí, en una primera interpretación que no se replicaba en otros lugares. Ahora, sin embargo, diferentes concursos impulsan la difusión en red de los estrenos, lo cual permite que una obra pueda ser interpretada por decenas de formaciones permitiendo audiencias mayores. También la colaboración entre diferentes orquestas, y teatros en el caso de la lírica, que vive también un magnífico momento en este ámbito, ha propiciado encargos que han unido formaciones de diferentes países e incluso continentes. Las nuevas tecnologías facilitan el acercamiento y propician que las propuestas puedan tener la facilidad de conectar realidades musicales que antes no tenían la misma facilidad para relacionarse. En este sentido, la labor proactiva que están teniendo algunos intérpretes es clave en el proceso, un hecho enlaza con una tradición histórica en la que el músico es un agente esencial en el encargo de la nueva música.

Otro factor, además, ha contribuido a la riqueza actual: la progresiva incorporación de la mujer ha supuesto otra eclosión que, además, ahora sí cuenta con la complicidad de un número también creciente de responsabilidades no sólo en la interpretación sino también en el ámbito de la dirección. Afortunadamente la concatenación de estrenos ha dejado de ser algo excepcional para convertirse en una realidad normalizada. Es un avance enorme del que todos saldremos beneficiados.

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