Hace algún tiempo “florecían” en el conocido como “puentín” o puente “nuevu”, en la travesía de la N-625 (León-Santander por Cangas de Onís) a la vera del Sella, hasta que fueron retirados por el Ayuntamiento, pero ahora “resurgen” en otro punto de la vieja capital del Reino de Asturias, en la losa sobre el río Güeña, en el barrio de la Pedrera, que une el centro de la ciudad de Cangas de Onís con la terminal de autobuses y el macro-parking de El Lleraú. Se trata de los candados del amor, una costumbre que ha ido ganando adeptos en los principales focos turísticos entre los que se encuentra, por supuesto, la antigua Cánicas. 

Sena trata de una tradición de enamorados que consiste en que una pareja ata un candado a algún objeto o lugar –usualmente un puente– para jurarse amor eterno. Una vez que este se cierra, los amantes arrojan la llave al agua como símbolo de lo indestructible de sus sentimientos. Esos candados del amor, como se han hecho populares en los últimos años, aunque las autoridades de muchos países han tenido que retirarlos en ocasiones porque causan daños urbanísticos, además de estéticos. Pero, pese a ello, cada poco tiempo suelen “reverdecer” por otros enamoramientos.