Trenes rigurosamente vigilados

A Horacio Nelson, que salvó la Variante en aguas, casi

Cuestiones acerca del estado presente y futuro de la nueva comunicación ferroviaria tras la heroica lucha contra rocas y acuíferos

A Horacio Nelson, que salvó la Variante en aguas, casi

A Horacio Nelson, que salvó la Variante en aguas, casi

Javier Morán

Javier Morán

Dar órdenes significa básicamente poner orden. Las órdenes de batalla se acumulan en los archivos militares con su tedio intacto, pero existió una orden, tal vez la más breve, precisa y elegante, que honró al vicealmirante Horacio Nelson y elevó la autoestima de la Gran Bretaña a niveles que los españoles deberíamos desdeñar con firmeza (permanentemente, "La Codorniz declara la guerra a Inglaterra").

Pero lo malo de aquella mítica orden es que marcó indeleblemente la amarga derrota naval de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805, cuando 27 naves británicas trituraron a las 33 de la flota combinada franco-española, al mando de un inepto Silvestre de Villeneuve, a quien el propio Napoleón consideraba poco más que imbécil.

Hacia las cinco de la madrugada del citado día, la consigna de Nelson saltó de barco en barco mediante banderines de señales náuticas: "Inglaterra espera que todo hombre cumpla con su deber". No hizo falta decir más. La marinería británica, acostumbrada a matar las horas recibiendo latigazos, empapándose en ron, sodomizándose y rezando plegarias al desconocido y monárquico dios anglicano, se tensó con ese salvajismo del que Inglaterra aún no se ha desprendido y que nos machacó de modo inclemente. Eso sí, un francés atravesó a Nelson con un disparo de fusil a 15 metros de distancia y aquello elevó al vicealmirante a la gloria definitiva.

Esta historia tan bañada por las aguas, y tan heroica, nos coloca en un ambiente propicio para reseñar la mayor proeza que hemos conocido en esta tierra desde que en 1874 se abriera al tráfico ferroviario, precisamente, la rampa de Pajares. Aquello fue la culminación de una lucha épica contra rocas y montañas. Ahora, con la variante de Pajares, el resultado ha sido también la victoria sobre las aguas que desde la hermana y seca provincia de León se vertían (y se siguen vertiendo, ya canalizadas), hacia la húmeda Asturias.

(Con lo cual, al igual que con Nelson, nos hubiera servido recurrir a Moises-salvado-de-las-aguas, o a los judíos pasando a pie enjuto por un divido Mar Rojo y huyendo de los egipcios de aquellos antiguos tiempos en los que los hijos de Yahvé las mamaban de todos los pueblos circundantes). Así pues, hemos de reconocer el papel de los diversos vicealmirantes (ingenieros y técnicos y trabajadores en general) pertenecientes al Adif (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias), que se han pasado más de 12 años combatiendo frente a fuerzas telúricas combinadas de rocas y acuíferos.

Que sepamos, y lamentablemente, ningún documental de National Geographic o Discovery Channel han recogido la hazaña y nos preguntamos porqué el Adif ha sido tan poco permeable a una información continuada sobre los referidos hechos (ha de constar también que la otra gigantesca obra ingenieril asturiana, la ampliación de El Musel, tampoco tuvo nadie que la filmara con ánimo de documental, de donde se deduce que, salvo por sus tradiciones, habitamos una región básicamente aburrida).

Pero volvamos a los Nelson que daban las órdenes y empecemos por el final y sus intrigas, básicamente no informativas. Pues, aun admitiendo que corre el tiempo del júbilo por el "acontecimiento", o "cuestión magna" del pueblo asturiano, a saber, pasar por debajo de la cordillera mediante un aseado conjunto de puentes y túneles que abarcan 50 nuevos kilómetros de vía, admitimos que lo elegante consiste ahora en recibirlo con entusiasmo. Sin embargo, lo cortés no quita las preguntas.

El último Nelson conocido ha sido un jefe de seguridad del Adif que a finales del pasado mes de septiembre dio las órdenes precisas para que un combinado de sanitarios, Guardia Civil, bomberos, Protección Civil, etcétera, realizaran sendos simulacros de salvamento en los bordes de la Variante. "El Adif espera que cada uno de ustedes cumpla con su deber", y en efecto, así fue.

Entre el público que simuló viajar en un convoy accidentado incluso se contó con una persona en silla de ruedas, pero no se vio ningún bastón ni muleta más. La media de edad de los simulantes no rebasaba ni de lejos los cuarenta años, de modo que aquello vino a ser la expresión de una Asturias y de un país increíblemente rejuvenecido.

Además, hubo en los simulacros poca sangre (de bote), poco sudor y ninguna lágrima (según otra consigna británica histórica, de un tal Winston). Al contrario, relajados y sonrientes, la mayoría de los simulantes abandonaron a pie la zona accidentada hasta alcanzar la cercana boca del túnel.

–¿Qué quiere usted, que los azotasen, magullasen, tundieran y amputaran en aras del realismo del salvamento?

–No, por Dios.

Evidentemente, el simulacro fue un éxito desde el punto de vista del orden que impuso el vicealmirante correspondiente. Sin embargo, el punto crítico de este asunto se halla en otros lugares. El simulacro correspondiente a un tren de mercancías se celebró en un punto muy próximo a la embocadura del último túnel leonés, mientras que la simulación con viajeros de un convoy Alvia acaeció próximo al final del último túnel de la vertiente asturiana. Entonces, nuestra inocente pregunta dice: ¿por qué no se eligieron lugares con un poco más de dificultad? (Insistimos de nuevo en que no deseábamos ver a nadie desnucado, quemado o intoxicado). Es más, ¿pudo haberse realizado un simulacro en el entorno de las galerías de acceso (para salvamento) de Buiza y Folledo? ¿Es practicable una de ambas galerías en caso de accidente en el centro del túnel principal?

Antes de proseguir, vamos a colocarnos de nuevo la brida de la cortesía: no tenemos ninguna duda de que el Adif ha empleado y empleará todos los medios necesarios con el fin de que el tránsito por la variante de Pajares sea una tarea segura para el buen viajero.

Con ese mismo ánimo constructivo anotaremos otro aspecto de interés. Analizando las fotos y vídeos que se hicieron públicos al día siguiente de los simulacros, nos ha parecido advertir que una cierta distancia, no extrema, separa en algunos lugares los trenes con respecto al andén que en los túneles cumplirá funciones de evacuación. De nuevo estamos seguros de que el Adif actuará con la esperada diligencia.

Dicho todo esto, sólo nos queda referirnos a algunas preguntas que pueden parecer razonables, aunque finalmente no lo sean, o lo sean de otro modo. Por ejemplo, el hormigón que da forma a los dos tubos de cada túnel de la Variante, no va a funcionar como una materia inerte, sino que columnas y masas de agua de cientos de metros de altura, correspondientes a los acuíferos atravesados por los túneles, ejercen presiones considerables sobre una estructura que además será sometidas a las vibraciones causadas por el paso de los convoyes ferroviarios. De ello deducimos que los costes de auscultación y mantenimiento de la infraestructura no será precisamente puñalada de pícaro.

Ítem más. La penetración continuada en la Variante de aguas leonesas nos hace recurrir, no a Nelson ni a Churchill, sino a Sísifo, personaje mitológico condenado de por vida a elevar a un monte una gran piedra que continuamente vuelve a rodar ladera abajo. Así, hacia la cuenca hidrográfica del Cantábrico (al río Huerna en particular, descienden unos 300 litros por segundo de aguas leonesas, que suman al año 10 hectómetros cúbicos (10.000 millones de litros), que podrían abastecer toda la ciudad de Oviedo. El problema de la devolución de dichas aguas anda rebotando en el presente entre los despachos de la Administración y del Adif. El coste de dicha devolución sería el resultado de instalar una permanente y potente planta de bombeo cuesta arriba, más varios millones de mantenimiento.

Aquí terminamos evocando de nuevo a Nelson, quien en mitad de la batalla recibió el disparo que le entró por el hombro izquierdo, partió su columna vertebral y casi le salió por el sobaco derecho. "Estoy roto por dentro", dijo. Tras la muerte, su cadáver no fue entregado a las aguas, sino introducido en un barril con un combinado de brandy, alcanfor y mirra. Así regresó a Inglaterra. Tras extraerlo, sus hombres más fieles bebieron del contenido del barril en un éxtasis de devoción incontrolable.

En Asturias vivimos ahora mismo emborrachados con la apertura de la variante de Pajares. Pero, aun entre vapores, será posible escuchar la voz del vicealmirante: "Señores y señoras, el Adif espera que cada viajero cumpla con su deber cívico de firmeza y serenidad".

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