El diamante del triunfo tiene cuatro caras: ilusión, fe esperanza y caridad

Una puerta que se abre para ejecutar mejoras en sectores como el turismo o procesos como la digitalización

Ignacio García-Arango

Ignacio García-Arango

Los túneles de Pajares son una de las obras más importantes existentes en el mundo. Abordarla exigió buscar lo imposible con discernimiento. Por ello, felicito a quienes la llevaron a término. Empiezo por don Francisco Álvarez Cascos (quizá sin su osadía estaríamos aún dudando), que tuvo el valor de afrontar la difícil singladura que obligó a acompasar el proyecto y la obra. Sus sucesores terminaron los túneles en cinco años y la obra se finalizó en estos últimos al impulsarse, tras otros de parálisis, las tareas necesarias para poner al ferrocarril en servicio.

Técnicamente, hay que admirar la titánica y perseverante labor del equipo de Adif que supo avanzar, con seguro e incesante paso de guía de montaña, para alcanzar la cima. Ellos demostraron que las grandes obras públicas son, tal como decían en la Edad Media (en una época en los que los importantes elucubraban sobre el sexo de los ángeles) obra del diablo, es decir, de unas personas, con saber y discernimiento, que trabajan en equipo imbuidas del sentido de realizar una misión para un fin a través de una estrategia y con unas tácticas fundamentadas en el conocimiento de la realidad y en el análisis de los medios, humanos y materiales para llevarlas a cabo.

Visto más profundamente, ellas no son obra ni de los técnicos ni de los políticos, sino de la Humanidad, es decir, de una sociedad que construye con su esfuerzo y su dinero. Los megaproyectos (las catedrales, se llamaban antiguamente) que la ilusionan y la hacen creer en sí misma para ser capaz de abordar más grandes misiones. Por eso, el mejor fruto de la llegada del AVE debe ser un cambio de mentalidad para abordar el reto de realizar el doble salto mortal desde una obsoleta economía estamental a una, libre y abierta, fundamentada en los nuevos paradigmas de lo verde, lo digital y lo sostenible, con los desafíos tecnológicos que ello implica al tener que hacerse no con relatos fantasiosos, ni con estériles acciones improvisadas y esporádicas, sino con proyectos viables, económica y financieramente, que nazcan de una visión global con horizonte a largo plazo e hitos a medio que integren a la industria, la agricultura, el aprovechamiento del entorno natural, la enseñanza, la digitalización, las comunicaciones... Y hasta nuestros nuevos mantras. Todo ello con el fin de realizar actividades con valor añadido, concretado, en metas medibles.

A la vez que la Variante llega el AVE, que tardará, desde Gijón a Madrid, 3 horas 47 minutos que disminuirán al terminarse los tramos ajenos a ella. No voy a mencionar lo pendiente salvo el cambio de ancho de vía a estándar, indispensable en toda España no solo para conectarnos con Europa sino para establecer la competitividad en el mercado ferroviario que, ahora, encarece nuestros billetes al haber en una parte de España competencia y en otra no.

La tierra necesita una red nacional de mercancías integrada con los nodos logísticos para que nuestros puertos valgan para llevarlas y traerlas a España

Este es el momento de loar la llegada del AVE porque sobre nuestro aislamiento físico rompe el mental. Es positivo el optimismo por su inauguración y glosar la riqueza que traerá. Ello no debe velar al realismo y hacernos creer que todo llegará solo dado que la experiencia refleja resultados positivos, negativos o neutros. Por ello, hay que sacarle partido al AVE en todos los ámbitos:

En el turismo no solo con promociones sino con iniciativas que abran nuevos horizontes fundamentados en la calidad y la competitividad.

En otro plano hay que generar, en todos los aspectos, el clima necesario para crear un entorno acogedor que convierta a Asturias en la sede de actividades digitales cuyas protagonistas puedan viajar cuando haga falta.

También el AVE (nos conecta con León y, desde Valladolid y Palencia, con Galicia, Burgos, el País Vasco y Francia) debe ser la base para incrementar las interrelaciones humanas en el Noroeste Ibérico, pilar de una España articulada; lo que evitará a la vez la succión de Madrid.

En cuanto a las mercancías y la logística, cabe señalar que el cambio cuantitativo derivado de abaratar el transporte existente no será suficiente. Ello implica uno cualitativo que genere nuevas mercancías, desde el eje de un diábolo cuyas piezas son la tierra y la mar.

La tierra necesita una red nacional de mercancías integrada con los nodos logísticos para que nuestros puertos valgan para llevarlas y traerlas a España y para ser la cabeza de África.

La mar implica convertir al Cantábrico en una red de rutas cuyo fin sea por un lado integrar realmente en Europa a todos sus países ribereños, incluidas las Islas Británicas, dado que hoy Europa objetivamente solo es el eje Alemania Italia con entrada por los puertos de los ríos germanos. Y por otro hacer, tal como fue en otras épocas, del mar Celta una charnela de las comunicaciones mundiales. Somos la puerta de Europa desde el Pacífico y el Atlántico. Y, próximamente, punto de confluencia con el Ártico. No me extiendo en el desarrollo de todas las implicaciones, pero sí en que Asturias es muy pequeña para en esta tarea. De ahí la que nuestra Noroeste necesita funcionar unido y sinérgicamente.

Terminó al decir que la acción humana siempre se basó en el impulso y el optimismo, pero también en el conocimiento y la racionalidad, es decir, en las virtudes tradicionales de Fe, Esperanza y Caridad.

Fe en el conocimiento, fe en el futuro y en que la vida merece la pena vivirla. Esperanza de poder encontrar las personas y los medios necesarios, no deseos ciegos sino esperanzas juiciosas. Y Caridad que implica la voluntad de trabajar desde el conocimiento de la debilidad humana. Por ello debemos actuar con fe, apoyados en esperanzas firmes y ser juiciosamente caritativos.

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