Opinión
Una espléndida novela negra
Sobre el libro «En blanco y negro», escrito por el matemático Marcelino Cortina, ambientado en El Entrego
El inicio de la novela no puede ser más inquietante. Una frase de sólo seis palabras anuncia una nueva muerte como una señal premonitoria de otras muertes que se avecinan consideradas en principio fatales accidentes de trabajo. Y como símbolo amenazante aparece por primera vez en la novela un cuervo, «esa ave negra y torva», mensajera de malas noticias y alegoría de la muerte. La presencia del cuervo siniestro, «¡Pájaro cabrón! ¡Cenizo!», se repite en los momentos más cruciales de la novela.
Un joven policía de ascendencia italiana será el que se encargue de realizar las pesquisas en busca de evidencias sobre esas muertes enigmáticas. Se llama Bernardo Bédavo Camilleri (BBC para sus compañeros de trabajo) y regresa a su pueblo natal (El Entrego) tras haber estado fuera algunos años. Austero, introvertido y dotado de una gran inteligencia analítica, intuye que la causa de los repetidos accidentes es posible que no sea producto de una fatalidad inevitable.
Bernardo se rodea pronto de unos pocos amigos, alguno ya conocido, que son fundamentales en la trama de la novela: Lucía, un amor recobrado, Jandro, un viejo amigo, «vital y luminoso, Tino, un compañero leal de la policía armada y Pepe, el Minero jubilado (con mayúscula), un consejero lúcido.
A grandes rasgos, este es el núcleo del argumento de la novela negra «En blanco y negro», primera obra literaria de Marcelino Cortina, licenciado en Matemáticas por la Universidad Complutense de Madrid y experto en las nuevas tecnologías. Cortina, nacido también en El Entrego, aunque vive en Oviedo desde hace algún tiempo, ha declarado que «el castillete del Pozo Entrego era para él como la Torre Eiffel. Un símbolo minero de primera».
Y desde esa atalaya minera contempla su pueblo al que, con breves trazos, describe urbanísticamente como «una pequeña ciudad lineal con forma de empanadilla, más estrecha en los extremos y más ancha en el centro. Y que lo seccionaban cuatro líneas principales: la vía del tren de Gijón, el río Nalón, la vía del tren de Oviedo y la carretera general».
La novela está repleta de referencias reconocibles de aquel Entrego de finales de los años setenta del siglo pasado. Y en una curiosa nota deportiva se destaca que la primera peña del Sporting no había surgido en Gijón, sino en El Entrego.
La persuasiva intuición y la tenacidad del joven inspector logró por fin convencer a sus escépticos jefes de sus novedosas indagaciones sobre aquellos sucesos mortales. Antes se había desplazado a Roma para consultar sobre el tema con el famoso comisario Ruggero Perugini, del que Bernardo había tenido noticias por las informaciones de El Caso, semanario español especializado en noticias de sucesos.
Al final de la novela, Pepe, el Minero, juicioso observador para el que la incultura es algo muy peligroso, le regala a Bernardo un cuaderno que había empezado a escribir cuando se quedó viudo, y en el que refleja sus experiencias y reflexiones vitales de los últimos veinte años.
Casualmente lo tituló «En blanco y negro». Un rótulo que podría evocar el principio del yin y el yang de la filosofía china, según el cual todas las cosas existen como fuerzas opuestas e inseparables, como el bien y el mal, la oscuridad y la luz la vida y muerte, la juventud y la vejez o el pasado y el presente.
Sin artificios retóricos, ni nostalgias utópicas de tiempos pasados («Las cosas no son para siempre»), «En blanco y negro», primer libro de ficción de Marcelino Cortina, es una trepidante y espléndida novela negra, que atrapa desde la primera página.
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