El maliayés que vivió las apariciones marianas de Garabandal: "Fue un hecho extraordinario"

Antonio Roble, que en aquella época tenía 15 años, acudió en varias ocasiones a Cantabria con su jefe y llegó a crear una amistad con las cuatro niñas que decían ver a la Virgen

Antonio Roble con una reproducción de las fotografías que tomó en agosto de 1961

Antonio Roble con una reproducción de las fotografías que tomó en agosto de 1961 / Alicia García-Ovies

Sugestión, histeria o verdaderamente un milagro. Han pasado sesenta años desde que cuatro niñas de entre 10 y 12 años conmocionaran a la cristiandad afirmando que tenían visiones con la Virgen María y el arcángel San Miguel. Se trata de las conocidas como "apariciones de Garabandal", un caso que causó una gran expectación entre 1961 y 1965, llegando a ser retransmitido en directo incluso por la televisión pública.

Todo el mundo quería conocer en primera persona a esas niñas -Conchita González, Mari Cruz González, Mari Loli Mazón y Jacinta González- que entraban en estatismo absoluto. Entre ese grupo de curiosos se encontraba un joven de tan solo 15 años que llevado por la curiosidad decidió acompañar a su jefe y a su mujer en un viaje de más de cien kilómetros. “Fue una experiencia inolvidable, algo que se escapa al propio entendimiento”, asegura Antonio Roble, quien acaba de recuperar unas fotografías realizadas por él mismo en aquella época. “Llevaba cuarenta y cinco años buscándolas”, reconoce.

El maliayés trabajaba en la oficina de Telégrafos cuando se extendió hasta Villaviciosa la noticia de que cuatro niñas de Cantabria tenían visiones con la Virgen. “Siempre recuerdo que no llegaban los coches y desde Cosío había que hacer un largo camino de empinada cuesta”, relata. El joven siguió con sumo interés el caso. Acompañando a su jefe acudió en varias ocasiones a Garabandal y llegó entablar amistad con las chicas. “Estuve en casa de Conchita con ella y sus hermanos. Era muy amables, al final éramos todos unos críos”, explica. Ella llegó a escribirle varias notas, una a petición del por entonces cura de Villaviciosa para que beatificaran a Martín de Porres, cosa que ocurrió poco más tarde.

Su cercanía con ellas le llevó a vivir un acontecimiento que nunca olvidará. “Un día estaban todas juntas en el pueblo y de repente echaron a correr en dirección a una pequeña capilla a una velocidad tremenda. Recuerdo que corrían como gamos, por suerte yo era deportista y pude seguirlas, aunque dejamos atrás a todo el mundo”, relata. Tal fue su afán por alcanzarlas que “al entrar me di un pequeño coscorrón con la puerta”. Dentro, las cuatro “cayeron de rodillas ante el altar, a plomo, y quedaron como en un estado estático con las miradas perdidas. Lo puedo afirmar con rotundidad porque fui testigo privilegiado de la escena”.

Las jóvenes entraban en una especie de histeria colectiva durante las visiones. Caminaban hacia atrás, caían de rodillas, bajaban escalones con el cuello mirando hacia arriba… “Llegaron a pincharles y a ponerles luz directa en los ojos, pero nunca reaccionaban”, afirma Roble. La gente, creyente de que estaban ante un auténtico milagro, les daba incluso objetos personales para que fuesen bendecidos por la Virgen. “Cuando salían del trance sabían perfectamente a quién entregar cada cosa, e igual eran más de cien”, destaca.

En otra de sus visitas, decidido a tener las mejores vistas del sucedido, se subió a un árbol junto a otro joven. “Cuando estábamos allí hicieron referencia a que era donde supuestamente se aparecía la Virgen. Creo que ese día llovió, y yo iba enfundado en un impermeable Dugan. Cuando bajamos comentamos el miedo reverencial que sentimos al pensar que de verdad podíamos haber estado al lado de la Virgen”, reconoce. Precisamente, de ese árbol se llevó un trozo de corteza a su casa, aunque “ignoro dónde puede estar”.

Lo que está claro “es que fue un hecho extraordinario que no puedo catalogar y que dejó huella en mis convicciones con todas sus acepciones. Indudablemente no tengo capacidad para determinar la autenticidad o si fue un fenómeno paranormal, lo que sí puedo reafirmar es que fui testigo presencial, como se puede ver en las fotos. Queda en el aire el posible misterio del suceso.¿Quién se atreve a juzgarlo?", sentencia.