Así es la vida en los concejos asturianos en los que no nacen bebés: "¿Quién se va a arriesgar a tener hijos?"

Los vecinos de concejos que no han tenido nacimientos en 2023 destacan que sus pocos niños "se crían en el mejor entorno"

Por la izquierda, Ainara Piquín, Anthony Palacios, el profesor de Educación Física Omar Perez; la maestra de Educación Musical Mónica Fernández; Leire Freije; la directora, Ana María Álvarez; Gabriela López y la maestra de Educación Infantil Rocío Barrero, en el colegio de Illano.

Por la izquierda, Ainara Piquín, Anthony Palacios, el profesor de Educación Física Omar Perez; la maestra de Educación Musical Mónica Fernández; Leire Freije; la directora, Ana María Álvarez; Gabriela López y la maestra de Educación Infantil Rocío Barrero, en el colegio de Illano. / A. M. S.

X. Fernández / J. Quince / A. M. Serrano

Cada uno de los nueve concejos que no han registrado nacimientos en lo que va de año tiene sus particularidades. Pero todos comparten algo: son el mejor ejemplo del desplome de la natalidad que sufre Asturias desde hace más de tres décadas. Según sus vecinos, la falta de bebés es la peor señal del declive poblacional. El cambio de tendencia no se atisva.

Caravia es uno de esos concejos. Con poco más de 500 habitantes, es el tercer municipio más pequeño de la región. Históricamente centrado en la agricultura y la ganadería, hoy experimenta el auge de un turismo estacional y la presencia de numerosas familias con segunda residencia. Aún así, la dificultad de acceder a una vivienda asequible, las particularidades que supone vivir en zona rural y la presencia de una población muy envejecida están detrás. A pesar de no contar con bebés nacidos en este año, la alcaldesa, Salomé Samartino, destaca que en 2022 tres niños vieron la luz por primera vez en décadas. Además, subraya el crecimiento de familias jóvenes empadronadas. "Gracias a eso, estamos logrando mantenernos", señala.

Actualmente, hay más de una docena de niños matriculados en el colegio de primaria de Caravia Alta, mientras que los pequeños de Caravia Baja acuden al centro escolar del concejo vecino de Colunga. "Para lo pequeño que somos tenemos unos cuantos niños. El cole de Caravia Alta llegó a peligrar en un momento dado, pero ahora cuenta con trece críos", añade. El Consistorio centra sus esfuerzos en impulsar la "calidad de vida y los servicios" para atraer a nuevos residentes, como la puesta en marcha de iniciativas de comedor escolar, ayudas del Plan Corresponsables con campamentos que permitan la conciliación familiar, así como la próxima creación de una escuelina infantil, cuya creación se espera que pueda llegar en 2024.

Niños contemplan la iluminación navideña de Caravia, Debajo, Vidaflor Figueiras, en Sariego, con las calles vacías. | J. Q. / F. F.

Niños contemplan la iluminación navideña de Caravia. / LNE

Con todo, los vecinos apuntan a la falta de vivienda como uno de las principales causas del parón en el crecimiento demográfico y la llegada de nuevos vecinos. Así lo confirma Paloma del Riego, quien asegura que tardó cuatro años en conseguir alquilar una: "No hay para comprar ni para alquilar o porque es una zona muy cara o porque se vive de alquileres turísticos y segunda residencia. Solo compran o alquilan la gente que se lo puede permitir". Una afirmación que comparte Pedro Candás, quien trabaja en el sector de la hostelería: "Comprar es imposible, pero alquilar también. En verano hay más trabajo y la gente quiere trabajar, pero no encuentra dónde alojarse". "En general, no hay trabajo en Asturias y en la zona rural menos. En los años 70 se vivía bien, ahora es más complicado que la gente se quede en los pueblos", concluye Paco Manjón, jubilado de la minería que ha vivido en su propia piel el éxodo a la ciudad de sus dos hijos.

En Sariego tampoco ha nacido ni un solo niño en lo que va de año. "Y está complicado, vamos ya contra reloj", dice Floren Fonseca, que heredó de su madre y ahora regenta uno de los dos bares de Vega, capital del concejo y perteneciente a Santiago, una de sus tres parroquias. "Antes, hace décadas, había más guajes, y se nota. Ahora el pueblo está casi vacío y la baja natalidad es algo que preocupa. Pero claro, ¿quién se va a arriesgar a tener hijos tal y cómo están las cosas? Los sueldos son bajos, el alquiler caro... Así, difícil", sentencia. En Vega, hay un colegio y por la mañana un día entre semana, como si fuese una ironía, lo que más se escucha son los gritos de los alrededor de cien niños que están en el recreo. Muchos de ellos, según los propios vecinos, acuden día a día desde otros concejos. Cuando acaban la ESO, suelen ir al instituto de Pola de Siero.

Vidaflor Figueiras, vecina de Vega, es natural del concejo y lleva tres años viviendo en el pueblo tras haber estado en Oviedo. "Se ven menos niños, aunque no todo el mundo está preucupado", explica. La vecina resalta, además, cómo se nota mucho más ambiente los fines de semana y en verano. Y parece tener razón: apenas hay un alma, más allá del cartero y los regentes de los bares, un martes al mediodía. A pocos metros, Valentín Montequín y Santiago Ugarte, jubilados de Hunosa, toman algo en uno de los bares. "Ahora no se quiere tener hijos por muchas causas. Hace falta vida", dicen.

Muy lejos de Sariego, se repiten las historias. Patricia Álvarez vive con su hija de cinco años en un pueblo de quince casas llamado Montaña, en Illano. Tiene 38 años y es la madre del niño con menor edad en etapa escolar de este concejo de la cuenca alta del Navia donde viven 320 habitantes. En el único colegio, hay cuatro escolares de edades comprendidas entre los cinco y los diez años. "Tienen pocos niños con los que jugar, pero este es el mejor entorno para la crianza", advierte Álvarez.

Sin bebés, pero con "calidad de vida"

Vidaflor Figueiras, en Sariego, con las calles vacías. / LNE

La falta de trabajo obliga a los jóvenes a salir del concejo. Muchos no vuelven. Ella es una excepción. Estudió y trabajó en Gijón. Con la muerte de su padre recogió el testigo: se hizo con su plaza de taxi. Hasta hoy. "Por suerte, tenemos una familia grande y los fines de semana reunimos a todos los primos", dice. Así, Gabriela López, como se llama su hija, disfruta de los juegos y visión de la vida de personas de su mismo tiempo. Tiene cinco primos pequeños.

Encontrar actividades tras el colegio, las típicas extraescolares, es más complicado. "Antes no había nada, ni una sola", comenta Patricia. Ahora la capital de Boal, a media hora, ofrece variedad. "Se juntan las extraescolares y así no tienes que coger el coche todos los días", dice. Cuando tienes hijos en zonas rurales sin apenas población o con caída demográfica, "la vida te cambia y mucho". Ella esta "preocupada" porque no hay relevo. Su hija tiene cinco años y, desde entonces, no se contabilizan nacimientos en el concejo. En el colegio la ratio se cumple al límite. Son cuatro alumnos y la directora, Ana Álvarez, advierte de que hay riesgo de cierre. "De seguir así, los de quinto de Primaria pronto se irán al instituto y necesitamos que lleguen más alumnos para mantener la escuela que, para mí, es el alma del pueblo", finaliza.

Suscríbete para seguir leyendo