Entre la libertad y el humo la vida se hizo más fácil

La región y España en general han experimentado un gran cambio social en cuatro décadas que se resumen, en líneas generales, en que se ha hecho la vida más fácil para todos

Palacio de la Junta General del Principado, sede del Parlamento regional.

Palacio de la Junta General del Principado, sede del Parlamento regional. / Irma Collín

Mario Bango

Mario Bango

Aquellos políticos que sellaron los acuerdos de la transición eran en muchos casos fumadores empedernidos que no sospechaban que el sistema que fundaron iba a prohibirles democráticamente, años después, el uso del tabaco en lugares cerrados y concurridos. El humo que todo lo impregnaba entonces ha desaparecido sin rastro como estimulante ejemplo del enorme cambio social que ha experimentado España –y Asturias, por supuesto– en estas cuatro décadas. Porque la libertad tiene normas que hacen más fácil la vida de todos.

Si España era a finales del siglo XX, como sostiene el historiador Juan Pablo Fusi, “un país democrático europeizado, dinámico y moderno que había hallado por fin la solución a los que durante mucho tiempo parecieron ser sus grandes problemas y retos históricos (democracia, atraso económico, forma de Estado, cuestión militar, problema religioso, miseria rural, administración territorial)”, no puede decirse exactamente lo mismo de este primer tramo del siglo XXI. Algunos de los viejos demonios del pasado han vuelto con fuerza y amenazan el equilibrio inestable con el que se ha sostenido la columna vertebral del país desde que se aprobó la Constitución de 1978 hasta ahora.

Asturias, que ha sido un laboratorio de crisis industriales, sigue muy encorsetada, sin el dinamismo que reclaman los nuevos tiempos

Aunque, por fortuna, no son solo un problema español. Parecidos fantasmas han surgido en el resto de Europa. No hay aislacionismo ni atraso específico en este caso. Pese al runrún contrario que se deja oír ahora, los grandes avances sociales ahí están y resisten el embate de radicalismos abastecidos por la crisis económica del 2008 y la pandemia de 2020. Problemas que creíamos resueltos, o al menos consensuados, han despertado de nuevo y probablemente nos devuelvan a un pasado que dábamos por superado. Quién sabe.

Difícil será, no obstante, que, parafraseando de nuevo a Fusi, aquella España del cambio que había alterado de manera evidente “la vida moral (ideas, creencias, formas de comportamiento, valores, actitudes vitales y sociales)” dé marcha atrás. Solo quienes vivieron esa etapa en blanco y negro, todos ellos al menos sexagenarios ahora, pueden entender bien de qué estamos hablando. La gran transformación ha sido la de los comportamientos sociales.

La libertad con mayúsculas que se introdujo entonces –no confundir con la de poder ir a los bares en medio de una pandemia– ha sido la clave de esta España de hoy, radicalmente diferente y a la vanguardia mundial en muchas conquistas. Un país abierto, maduro y, sobre todo, tolerante hasta que las crisis descubrieron que bajo la prosperidad de los primeros 30 años de democracia, latía la desigualdad, apagada mientras hubo algo que repartir entre todos. Y aquí están, de nuevo, como siempre, quienes creen tener las soluciones definitivas, radicales y extremas, sin atender las razones, las ideas y las propuestas de los demás. La falta de empatía política será, si no se corrige, el principio del fin de esta larga época de evolución positiva.

La libertad con mayúsculas que se introdujo entonces ha sido la clave de esta España de hoy; un país abierto, maduro y tolerante hasta que las crisis descubrieron que bajo la prosperidad de los primeros 30 años de democracia, latía la desigualdad

En ello mucho ha tenido que ver, como nunca había ocurrido antes, el papel de las mujeres que han pasado de ser amas de casa y madres abnegadas a ser protagonistas –todavía no en grado suficiente– en todos los ámbitos. Ese es el cambio más poderoso de este período y el que anima a pensar que por grandes que sean las tensiones que se desaten a partir de ahora serán siempre menores que las que genera la testosterona masculina descontrolada. Por desgracia la desigualdad, el acoso y la violencia contra ellas siguen siendo un desafío enorme, pero al menos han dejado de ser invisibles.

Como lo sigue siendo el éxodo de la generación mejor formada, la que puede desenvolverse en otros idiomas, y que se ve obligada a migrar atraída por territorios más dinámicos y con mayor proyección. No es una leyenda urbana que muchos jóvenes viven en precario y desconfían de un sistema que se ha obstruido y no les ofrece nuevas oportunidades. Asturias, que ha sido un laboratorio de crisis industriales, sigue muy encorsetada, sin el dinamismo que reclaman los nuevos tiempos y todavía ajena a algunas de las principales corrientes que trazan el futuro, aunque ya no esté tan aislada. Al final, la gran demanda de mejora de las comunicaciones ha tenido el efecto contrario del que pretendía: es una manera cómoda y fácil de irse.

Cuatro décadas después del autogobierno, Asturias y España viajan en el mismo gran contenedor, rotulado Unión Europea, que es el que ahora marca la ruta. Esa es la paradoja de la democracia: la cesión de poderes para fortalecer un proyecto común

Si bien es verdad que el rastro no se pierde. Las nuevas tecnologías permiten un contacto estrecho y permanente con Asturias estés donde estés. Y esa sí es una revolución que ha dado un gran vuelco a nuestra existencia y que todo lo transforma desde un teléfono móvil o una pantalla conectada. Para todos y en todas partes. Y probablemente estemos solo al principio de esta nueva era de las comunicaciones que ya está modificando comportamientos y actitudes.

Lo cierto es cuatro décadas después del autogobierno, Asturias y España viajan en el mismo gran contenedor, rotulado Unión Europea, que es el que ahora marca la ruta. Esa es la paradoja de la democracia: la cesión de poderes para fortalecer un proyecto común y un estilo de vida, el europeo, cuyo baluarte principal sigue siendo la libertad. Una libertad manoseada a veces por quienes la suprimirían de un plumazo caso de poder hacerlo.

Una libertad con normas, muchas veces complejas, que pueden irritar pero que al final es, vista con perspectiva, la clave de este período.

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